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Nombre dado a Jesús en diversos pasajes bíblicos sobre todo en S. Juan (Jn. 1.29; Jn. 1.36) y que alude a su carácter de víctima humilde, pobre y voluntaria, con resonancias proféticas y pascuales.
De las 35 veces que se cita la palabra cordero en el Nuevo Testamento ("amnos" 4 y "arnon" 31) 30 se refieren a Jesús como Cordero. Y, de ellas, 24 están en el Apocalipsis. La idea de cordero es eco de sacrificio, pero también de pobreza y humildad. El sacrificio de un cordero era más popular y que el del toro o víctima mayor.
Al decir "cordero de Dios" se alude a un destino y a una procedencia. El destino es el sacrificio, la expiación, la reconciliación; la procedencia es divina. El Padre es el que envía la víctima para el sacrificio mismo. La víctima es el mismo Jesús que se presenta como "cordero silencioso ante el que lo trasquila" (Is. 53. 7 y Hech 8. 32).
Lo dirá el autor de la Carta a los Hebreos, recogiendo el texto profético del Salmo 40 (7-9): "Sacrificios por el pecado no te agradaron; por eso aquí estoy yo, oh Dios, para hacer tu voluntad." (Hebr. 10. 9)
Además la figura del Cordero es metáfora que se presenta como resonancia del "cordero pascual", el cual sacramentalizaba en el pueblo de Israel el recuerdo de la liberación de Egipto y la celebración de la "Pascua" o paso del Señor. (Jn. 19. 36). Su resonancia profética, sobre todo referente a Is. 57.3, en el contexto del "Libro del Siervo de Yaweh", hacen a la comparación prioritaria entre las metáforas cristológicas de la Biblia.
Es interesante, e importante, formar la mente del catequizando para que maneje e interprete los signos y los símbolos. Pero es preciso hacerle caer en la cuenta de que algunos, como el del "Cordero de Dios", son prioritarios en la expresión de la fe.
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